...allí donde se alzan (fuera) no disminuyen ni se consumen aparentemente, pero allí donde se piensan o se evocan (dentro) puede ser muy distinto. Es posible que (dentro), a veces, no se esfumen y solo cambien, pero eso no es una promesa de su permanencia […]
Esto afecta a cada lugar físico (fuera) de una manera, volviéndose algunos edificios irremediablemente grises y otros graciosamente moteados de verde líquen, e incluso musgo, en el caso de los más orgullosos. De igual modo sucede con el (dentro) de cada uno. Obsérvese el caso de mi vecino Petro Buologni: fue el amor por el lugar en el que anhelaba vivir algún día el que lo mantuvo vivo. Cada mañana, mientras trabajaba, lo transformaba y aderezaba (dentro) tal y como el quería, logrando que aquel sitio creciera y cambiara incluso antes de que el jamás hubiera puesto un pie allí (hizo que brotará de nuevo agua en el pozo y que crecieran dos ophrys scolopax en la pared sur). Por otro lado esta el violinista Lebresccu, en cuyo caso fue el dolor el que se encargó de borrar (dentro) el lugar en el que nació. El mismo día que perdió su ultimo recuerdo (el de Nicoleta quemándose con la tetera) le volvieron a la mente, después de 37 años, las notas de Clair de Lune y La cumparsita, entonces se puso a llorar sin saber si era por haber olvidado o por haber recordado.
Este es un apunte que he encontrado de la terraza que estuve llevando todo el verano (no hay gente porque la acababa de montar, y ahora que pienso, si hubiera gente no podría haber estado dibujando, y si no lo hubiera dibuj...bueno eso):
Y este es un señor muy pesao que siempre pedía
descafeinado de máquina con leche desnatada (templada) y sacarina en vaso de cortado: